Alfonsina Storni

(Suiza, 29 de mayo de 1892 – Argentina, 1938)

QUEJA Señor, Señor, hace ya tiempo, un día soñé un amor como jamás pudiera soñarlo nadie, algún amor que fuera la vida toda, la poesía. Y pasaba el invierno y no venía, y pasaba también la primavera, y el verano de nuevo persistía, y el otoño me hallaba con mi espera. Señor, Señor, mi espalda está desnuda: haz restallar allí, con mano ruda el látigo que sangra a los perversos. Que está la tarde ya sobre mi vida, y a esta pasión ardiente y desmedida la he perdido, Señor, haciendo versos.
CAPRICHO Sábado fue, y capricho el beso dado, capricho de varón, audaz y fino, mas fue dulce el capricho masculino a este mi corazón, lobezno alado. No es que crea, no creo, si inclinado sobre mis manos te sentí divino, y me embriagué. Comprendo que este vino no es para mí, mas juega y rueda el dado. Yo soy esa mujer que vive alerta, tú el tremendo varón que se despierta en un torrente que se ensancha en río, y más se encrespa mientras corre y poda. Ah, me resisto, mas me tiene toda, tú, que nunca serás del todo mío. ¡AYMÉ! Y sabías amar, y eras prudente, y era la primavera y eras bueno, y estaba el cielo azul, resplandeciente. Y besabas mis manos con dulzura, y mirabas mis ojos con tus ojos, que mordían a veces de amargura. Y yo pasaba como el mismo hielo... Yo pasaba sin ver en dónde estaba ni el cruel infierno ni el amable cielo. Yo no sentía nada... En el vacío vagaba con el alma condenada a mi dolor satánico y sombrío. Y te dejé marchar calladamente, a ti, que amar sabías y eras bueno, y eras dulce, magnánimo y prudente. Toda palabra en ruego te fue poca, pero el dolor cerraba mis oídos... Ah, estaba el alma como dura roca.
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