El pípila, ¿historia o leyenda?

Es un personaje histórico de la Independencia de México. Su verdadero nombre era Juan José de los Reyes Martínez Amaro y nació el 3 de enero de 1782 en el número 90 de la calle del Terraplén, de San Miguel el Grande (hoy San Miguel de Allende), Guanajuato. Fue hijo de Pedro Martínez y María Rufina Amaro. Estudió en su ciudad natal, pero en su juventud entró a trabajar a las minas de Guanajuato como barretero y después como jefe inmediato de un grupo de barreteros. Fue compadre del intendente de la ciudad minera de Guanajuato, Juan Antonio de Riaño y Bárcena (bajo cuyas órdenes se había construido la Alhóndiga de Granaditas entre 1789 y 1809), y cuando llegó la insurrección de independencia se sublevó junto con algunos de los mineros, enrolándose en las filas insurgentes, abandonando su trabajo y las comodidades logradas. Los mineros le habían apodado, desde muchacho, el Pípila, nombre que se le da en el bajío al guajolote o pavo doméstico, quizá por las pecas que llenaban su cara dándole el aspecto punteado del plumaje de esas aves (otra versión afirma que se debía a que su risa asemejaba el graznido de dichos animales). Acompañó al ejército de Miguel Hidalgo desde San Miguel el Grande, su pueblo natal, hasta Guanajuato, donde los españoles fuertemente armados, con Riaño al frente, defendían la Alhóndiga (fortaleza en la cual se almacenaban granos para el tiempo de escasez) después de que la citada ciudad había caído ya en manos de los insurgentes.
Hidalgo se presentó en Guanajuato el 28 de septiembre de 1810, instando a Riaño para que rindiera la plaza. Este se negó a entregarla y, como dijimos, se hizo fuerte dentro de la Alhóndiga. Todos los embates insurgentes contra ella iban resultando inútiles y producían muchas bajas, hasta que Hidalgo y los jefes insurgentes opinaron que sólo podría tomarse la alhóndiga si se quemaba su puerta principal, por la cual podrían pasar sus hombres. Juan José de los Reyes Martínez arengaba a algunos soldados cuando Hidalgo lo llamó y le habló de la necesidad de quemar la puerta.
El Pípila dijo que él lo haría. Se cubrió las espaldas con una losa, y tomando una antorcha encendida de las que usaban los mineros en los túneles, se dirigió a la puerta, entre una lluvia de balas, y le prendió fuego. La Alhóndiga pudo así ser tomada. El Pípila tomó parte en muchas acciones guerreras más y volvió luego a sus minas, viviendo una larga vida, pues murió el 25 de Julio de 1863, en la ciudad de donde nació. Se dice que murió a causa del polvo y los gases de la mina. Existen diversas versiones del combustible empleado para encender la puerta: aceite de abeto y brea, rajas de ocote o pólvora. Actualmente algunos libros de texto ponen en duda su hazaña argumentando que es muy difícil que una sola persona pudiera llevar el suficiente combustible y hacer arder la puerta en poco tiempo, por lo que suponen que fueron varias las personas que intervinieron en su maniobra.

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