Con la maestría de su fina pincelada, Frida dejó plasmadas en docenas de autorretratos sus unidas cejas negras y su escaso bigote. Esta misma Frida fue la que se quitó de un tirón tres años de edad, sosteniendo que había nacido en 1910 en Coyoacán, México, en vez de 1907. ¿Capricho vanidoso? Probablemente no. Aunque Frida fue casi siempre su única modelo, su intención iba más allá de querer preservar la belleza de su juventud, ello estuvo más relacionado con su necesidad de identificarse con México, su tierra amada. El hecho en el cambio de su fecha de nacimiento tiene relación con el año del comienzo de la Revolución mexicana (1910) y el retiro del poder al presidente Porfirio Díaz.
Para comprender la naturaleza de esta artista y sus pinturas es necesario poner a un lado todo tipo de convencionalismos, incluso las fechas. Asimismo, y mucho más paradójico aún, esta comprensión requiere de que nos ubiquemos en el contexto de la historia en que sucede la vida de la artista. Frida misma, siendo una artista revolucionaria, le toca nacer en medio del caos político que vivía su país, el cual pasaba por un proceso de sangriento renacer. Esa imagen, de acuerdo con Frida, es mucho más verdadera que el hecho en sí mismo.
Ya sea que estuviera en París, Nueva York o Coyoacan, Frida siempre vistió con el elaborado traje típico tehuano de las indias doncellas. Así como la realidad de su país la fue modelando y definiendo, igualmente lo hizo su esposo, el muy conocido muralista Diego Rivera. Si México era para Frida su verdadero progenitor, Rivera, 20 años mayor que ella representaba su "hijo grande"; ella solía llamarlo su pequeño bebé. Frida conoció a Rivera cuando todavía era una estudiante en el colegio, y tiempo después, en 1929, se convirtió en su tercera esposa, a sabiendas de que abiertamente su médico lo diagnosticó incapaz para la monogamia. No está de más mencionar que esta relación fue una unión poco convencional, problemática, y sin embargo apasionada, que sobrevivió numerosas infidelidades por ambas partes, separaciones e incluso un divorcio en 1939 y la consecuente reconciliación con un segundo matrimonio en 1940. El amor de esta pareja se sometió a duras pruebas pero, como se demuestra en las raíces de la pintura El abrazo de amor, el amor de Frida por Diego fue tenaz. No obstante, el matrimonio no protegió a Frida de los sufrimientos y padecimientos que caracterizaron su juventud: un horrible accidente en autobús dejó su cuerpo fracturado y debilitado por prácticamente el resto de su vida adulta. La incorregible actitud mujeriega de Diego, que llegó al colmo de relacionarse con la propia hermana menor de Frida, Cristina, sólo contribuían a aumentar su dolor. "Yo sufrí dos accidentes graves en mi vida", dijo una vez Frida, "uno en el que un autobús me tumbó al suelo…, el otro accidente es Diego".
Fue un matrimonio que permaneció sin hijos y esto fue la fuente de muchas de las angustias de Frida, tanto como las infidelidades de Diego. Para Frida Diego era todo: "mi niño, mi amor, mi universo".
Como artistas, la pareja era muy productiva. Cada uno consideraba al otro como el mejor pintor y pintora de México. Frida se refería a Diego como el "arquitecto de la vida". Cada uno asumía con un profundo orgullo la creación del otro, a pesar de haber sido drásticamente diferentes en estilo y forma.
Montado en un andamio y a la intemperie, Diego pasaba horas trabajando en un mural día tras día. Amaba obsesivamente pintar, tanto como Frida lo amaba a él, entregando inmensos murales públicos sobre temas políticos. Frida, en cambio, estaba la mayor parte de su tiempo inmovilizada con un corsé y acostada en la cama o confinada a un cuarto de hospital, ya sea porque se estuviera sometiendo a una cirugía o recuperándose de alguna. Frida se alternaba intensamente entre la languidez y pintando obra personal. Cerca de una tercera parte de su obra, 55 pinturas, está compuesta de autorretratos. En algunos, su rostro, como una máscara, refleja una mirada fija e impasible. En otros en cambio, una gráfica y detallada representación de sus órganos internos nos revelan en correspondencia el estado de su mente. Ella era capaz de, en una sola imagen, revelarnos y revelarse lo más indigno de una traición, así como también el dolor de un aborto.
Diego, un artista del realismo socialista, se fue una vez en lágrimas de orgullo cuando Picasso expresó su admiración por un autorretrato de Frida.
El trabajo de Frida, algunas veces fantástico otras sangriento, ha sido definido como surrealista. Al respecto una vez ella comentó que nunca había pensado en que ella era una surrealista "hasta que André Bretón vino a México y me lo dijo". ("El trabajo de Frida Kahlo es la mecha de una bomba", escribió admirado Bretón). Sin embargo, Frida evadía todo tipo de etiquetas. Diego por su parte la definía como realista.
"No sé si mis pinturas son o no surrealistas pero, lo que sí estoy segura es que son la expresión más franca de mi ser", escribió una vez Frida. “Como mis temas han sido siempre mis sensaciones, mis estados de ánimo y las reacciones profundas que la vida ha producido en mí, yo lo he llevado objetivamente y plasmado en las figuras que hago de mi misma, que es lo más sincero y real que he podido hacer para expresar lo que yo he sentido dentro y fuera de mí misma".
Frida alternaba entre la esperanza y la desesperación. Poseía un agudo sentido del humor, usualmente un marcado humor negro al igual que una disposición muy aguda a la inventiva y la metáfora. Siempre se esmeró por mantener un hogar para Diego y amaba preocuparse por él, prepararle comida y bañarlo. Le encantaba rodearse de mascotas exóticas como monos araña y perros, y adoraba a los niños a los que siempre trataba como iguales. Frida gustaba de los chismes, de chistes subidos de tono y los sin sentidos. En cambio, aborrecía la pretensión. Trataba a quienes trabajaban en su casa como a su propia familia y a los estudiantes como colegas muy estimados. Frida Kahlo era la personificación de la alegría, un anhelo por la vida. Valoraba la honestidad, especialmente la propia. Una vez le escribió a un antiguo amante, quien abiertamente la había dejado por su debilidad física: "tú mereces lo mejor de lo mejor porque tú eres una de esas pocas personas que en este mísero mundo siguen siendo honestas consigo mismas, y esa es la única cosa que realmente cuenta".
Cuando Frida Kahlo muere a los 47 años de edad, el 13 de Julio de 1954, dejó una serie de pinturas que corresponden a la representación de su evolución como persona, al igual que, una serie de emotivas cartas a amantes y amigos junto a un colorido y cándido diario. Todo esto es una irrefutable evidencia de que su vida no fue nada menos que una búsqueda por ser honesta consigo misma.
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