Ulises Gutiérrez Ruelas /La Jornada
Ya en Nacozari, García dejó a los ingenieros el trabajo de acomodar los vagones, entre los que estaban los dos cargados de explosivos, que por un error fueron colocados junto a la máquina. Jesús aprovechó para hacer una rápida visita a su madre, cuya casa se ubicaba cerca de la estación.
De regreso al sitio donde estaba detenida la máquina, Jesús García ayudó a uno de sus compañeros a encender el fuego, y, lentamente, la presión del vapor subió. Movió el convoy. El viento del norte empezaba a jugar con los remolinos de vapor. Librada del freno, la locomotora trabajaba contra el viento; las chispas vivas, emanadas del contenedor descompuesto, volaron sobre el motor y la cabina, llegando hasta los dos primeros furgones, cargados con cajas de dinamita.
Al principio el fuego fue notificado por la cuadrilla de trabajadores y más adelante, por simples observadores. Un jovencito, alarmado, intentó decir a Jesús lo que pasaba, pero su delgada voz no le permitió vencer el ruido de la máquina. Fue un obrero anónimo quien fuertemente le gritó: “Oye, hay humo en el polvorín”, frase que hoy se canta en uno de los varios corridos dedicados a Jesús García.
En un fragmento del corrido Máquina 501, el fogonero le dice: “Jesús, vámonos apeando/ mira que el carro de atrás/ ya se nos viene quemando. / Jesús García le contesta:/ yo pienso muy diferente, / yo no quiero ser la causa / de que muera tanta gente. / Le dio vuelta a su vapor, porque era de cuesta arriba/ y antes de llegar al Seis/ allí terminó su vida...”
Francisco Rendón, frenero encargado de dirigir los rieles a Pilares, le gritaba también, desesperado, que tratara de extinguir el fuego. “¡Frena el tren!”, le gritaba Francisco, con la idea de que entre todos los tripulantes pudieran apagar el fuego, pero a esa altura del trayecto no había agua.
Avivado por el viento que el andar del tren producía, el fuego se expandió. El aire fluyó a través de las cajas e intensificó las llamas. Cuando la esperanza se desvaneció por la intensidad del fuego, Jesús le pidió a la cuadrilla que lo acompañaba que se arrojara de la locomotora y le imprimió toda la fuerza. Romero saltó y rodó hacia la maleza.
A las 14:20 horas, un estruendo como temblor se sintió en Nacozari. La onda expansiva quebró vidrios y sacudió las casas. Tan grande fue la explosión, que la locomotora desapareció por completo. Jesús murió al instante, lanzado por el frente de la cabina.
De El Seis no quedó casi nada. Fueron 13 los muertos, entre niños, mujeres y obreros que se encontraban cerca de la vía. Pero, sin duda, fueron cientos los que salvaron la vida cuando Jesús García decidió alejar del pueblo el convoy en llamas.
Los historiadores aún discuten diversos detalles de este hecho histórico (como el número de la locomotora), pero todos coinciden en que Jesús García salvó a un pueblo completo.
La vida de “El héroe de Nacozari” fue muy corta; en su honor se levantó un monumento y la población se llama ahora Nacozari de García. Fue declarado Héroe de la Humanidad por la American Royal Cross of Honor de Washington, una calle de la ciudad de México lleva su nombre y se le compuso el famoso corrido llamado Máquina 501, el cual cantaba el popular intérprete “Charro Avitia”.


No hay comentarios.:
Publicar un comentario