Ma. Guadalupe Gómez /CIMAC Sábado, 24 de marzo de 2007.- El agua precede y preserva la vida, por eso las mujeres están siempre junto a ella. Pero cuando falta y peligra la existencia, son ellas quienes no dudan en luchar para conseguirla. El agua es uno de los fundamentos de la vida cotidiana y en ese entorno se asocia indisolublemente con las mujeres. Dependen de ella para realizar los quehaceres cotidianos que las sociedades patriarcales les han conferido, hasta nuestros días: lavan la ropa, bañan a sus hijos, trapean, cocinan, todo ello con agua. Si escasea, son las primeras en padecerlo. Pero es invisible e ignorada, hasta que falta, también como las mujeres. La crisis del agua que amenaza al mundo hace cada vez más evidente la participación histórica de las mujeres junto al líquido, así como su necesaria presencia en momentos de escasez. La mujer, reconoce la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés) “juega un importante papel en el manejo del agua: a menudo es ella quien la recoge, utiliza y administra no solo en los hogares, sino también en la agricultura pluvial y de riego. Ello le proporcionó un valioso conocimiento sobre este recurso, su calidad, fiabilidad, restricciones y métodos para almacenarla”. La mujer es la clave del éxito de toda política y programa para el desarrollo de los recursos agua y riego, dice el organismo. Y en las áreas rurales de todo el mundo, la responsabilidad de las mujeres sobre el agua es mayor. “Las mujeres y los niños proporcionan prácticamente toda el agua que necesitan los hogares rurales. Esta agua se usa para procesar y preparar la comida, beber, bañarse, lavar, regar la huerta y dar de beber a los animales, asegura la FAO. En busca del líquido Son las mujeres en casi todo el planeta quienes saben en dónde se encuentran las fuentes de agua. Conocen su calidad, su potabilidad, y por eso la cuidan. Ellas la recogen, almacenan y controlan su higiene. La reutilización del agua es una cualidad casi femenina, pues cuidan en extremo la higiene del recurso. Utiliza la más limpia para beber y preparar los alimentos, luego la menos limpia para lavar y regar. Y si hay sobrante, para limpiar la casa y para asear a los animales. En las ciudades también son las mujeres quienes distribuyen el líquido, pues sus actividades cotidianas, con todo y modernidad, también continúan ligadas a ella. Sin embargo, sólo en las zonas pobres de las ciudades la búsqueda del recurso se dificulta. Hay que “acarrear” el agua. Ir a la toma pública y luchar por conseguir raciones suficientes. Solo muy pocas viven ignorantes de la crisis del agua, porque sus recursos económicos les da una idea de que nunca acabará. Pero no siempre será así. El fenómeno de la compra de agua, ante la contaminación y la escasez, es cada vez más frecuente. Por eso en las ciudades, quienes poseen dinero, tienen acceso al agua limpia. Las que carecen de él tienen que conformarse con calidades de agua inferiores, a lo cual se asocian muchas enfermedades. Y a las mismas enfermedades se exponen en las áreas rurales porque, explica la FAO, el agua se contamina al ser utilizada para diversos propósitos, como el consumo humano y el animal. El transporte de la fuente original al recipiente y de éste a otros constituye también un alto riesgo de contaminación. Como consecuencia de su contaminación por seres humanos, animales o por las labores agrícolas, o deterioro a causa de un inadecuado manejo de la cuenca hidrográfica o bien del aumento de la sequía, las mujeres e infantes se ven obligados a recorrer distancias cada vez más largas para procurarse el agua. “En el aprovisionamiento del agua para usos domésticos las niñas desempeñan un papel tan central como poco visible”, afirma Fernando Salmerón, investigador del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS). El acarreo del agua es un trabajo infantil y femenino que, como otros, carece de visibilidad, afirma Salmerón. En Egipto, cerca del 30 por ciento de las mujeres del país caminan más de una hora al día para cubrir las necesidades de agua. Y en algunas zonas de África, las mujeres, así como las y los niños emplean ocho horas al día en la recogida de agua. Tiempo y agua La pobre calidad del agua y su difícil acceso afectan la producción agrícola y ganadera, pero también tienen un fuerte impacto en la distribución del tiempo, casi siempre insuficiente, de las mujeres. Entre más sucia y escasa sea el agua, ellas tienen que dedicar más tiempo a su recogida, protección y distribución. Además, ante los riesgos a la salud, también deben dedicar tiempo a cuidar de su familia enferma por su consumo. Cada año, las enfermedades causadas por el agua y los organismos que nacen en ella afectan a millones de pobres. Y las mujeres deben cuidar a los enfermos de malaria, diarrea y otros y reemplazarlos en su trabajo durante su enfermedad. Las mujeres en situación de pobreza son quienes más sufren por el problema de acceso al agua y su escasez. El tiempo dedicado al agua se pierde para otras actividades. Las mujeres mexicanas padecen esta situación. En 2006, varios colectivos de mujeres presentes en el IV Foro Mundial del Agua presentaron la "Agenda Azul", un documento donde denuncian que son víctimas de una sobrecarga de trabajo por falta de acceso al agua que ellas deben suplir en sus hogares. En el documento, coordinado por la Red de Género y Medio Ambiente (Rgema), destacan el problema de la privatización de las fuentes de agua y reivindican el acceso a este recurso como un derecho humano. Señala también la “Agenda Azul” que mujeres y hombres tienen “una relación diferenciada con el agua”, siendo la mujer quien enfrenta "un problema específico” al ocuparse en la mayoría de los casos de conseguir el agua para sus familias. Para las mujeres vivir en un medio con agua de mala calidad representa "una sobrecarga de trabajo" que las coloca "en situación de desventaja para el desempeño de otras actividades" respecto al varón. http://www.analitica.com/mujeranalitica/lasmujeresopinan/8636935.asp
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