Walt Whitman

(EUA, 1819 – 1892) Es considerado el mayor poeta estadounidense. Su obra lírica, concentrada en las sucesivas ediciones de Hojas de hierba, ejerce su magisterio sobre gran parte de la poesía moderna, incluidos Ernst Staedler, Ezra Pound, Pablo Neruda, Jorge Luis Borges, Federico García Lorca o Allen Ginsberg. Su estilo lírico o épico (poético narrativo), de versos amplios y frecuentes paralelismos, recuerda al de los salmos bíblicos, pero sus temas son mucho más originales. Walt Whitman canta con optimismo a la libertad, la sexualidad, una espiritualidad libre de dogmas y preceptos, la comunión con todos los seres, la democracia, la vida agreste y el trabajo duro, el progreso, y a su patria, como lugar donde todo lo anterior se vuelve posible. Sus proclamas nacionalistas permiten enmarcar su trabajo dentro del grupo de escritores de literatura de identidad nacional.
DE CANTO A MÍ MISMO: 1. Me celebro y me canto a mí mismo. Y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti, porque lo que yo tengo lo tienes tú y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también. Vago... e invito a vagar a mi alma. Vago y me tumbo a mi antojo sobre la tierra para ver cómo crece la hierba del estío. Mi lengua y cada molécula de mi sangre nacieron aquí, de esta tierra y de estos vientos. Me engendraron padres que nacieron aquí, de padres que engendraron otros padres que nacieron aquí, de padres hijos de esta tierra y de estos vientos también. Tengo treinta y siete años. Mi salud es perfecta. Y con mi aliento puro comienzo a cantar hoy y no terminaré mi canto hasta que muera. Que se callen ahora las escuelas y los credos. Atrás. A su sitio. Sé cuál es su misión y no la olvidaré; que nadie la olvide. Pero ahora yo ofrezco mi pecho lo mismo al bien que al mal, dejo hablar a todos sin restricción, y abro de para en par las puertas a la energía original de la naturaleza desenfrenada. Versión de León Felipe 5. Creo en ti, alma mía, el otro que soy no debe humillarse ante ti, ni tu debes ser humillada ante el otro. Retoza conmigo sobre la hierba, quita el freno de tu garganta, no quiero palabras, ni música, ni rimas, no quiero costumbres ni discursos, ni aún los mejores, sólo quiero la calma, el arrullo de tu velada voz. Recuerdo cómo yacimos juntos cierta diáfana mañana de verano, cómo apoyaste tu cabeza en mi cadera y suavemente te volviste hacia mí, y apartaste la camisa de mi pecho, y hundiste la lengua hasta mi corazón desnudo, y te extendiste hasta tocar mi barba, y te extendiste hasta abrazar mis pies. Prontamente crecieron y me rodearon la paz y el saber que rebasan todas las disputas de la Tierra, y sé que la mano de dios es mi prometida, y sé que el espíritu de Dios es mi propio hermano, y que todos los hombres que alguna vez vivieron son también mis hermanos, y las mujeres mis hermanas y amantes, y que el amor es la sobrequilla de la creación, y que son incontables las hojas rígidas o lánguidas en los campos, y las hormigas pardas en los pequeños surcos, y las costras de musgo en el cerco sinuoso, las piedras apiladas, el saúco, la hierba carmín y la candelaria. Versión de León Felipe TU MIRADA Me miraste a los ojos, penetrando, en lo más profundo de mi alma. El cristal azul de tus pupilas, me mostraba, mi imagen reflejada. Me miraste y pediste temblorosa que un te amo, saliera de mis labios, pero ellos ya no tienen más palabras pues los golpes de la vida los han cerrado. Me miraste y tu pelo se erizaba, y una gota redonda en tu pupila que brotó, de un corazón roto y cayó recorriendo tu mejilla. Me miraste y tu rostro empapado me exigía una palabra, una respuesta, y mentí diciéndote te amo por ganar de tu cara una sonrisa. Versión de Leandro Wolfson

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