José Coronel Urtecho

(Nicaragua, 1906-1994)
Poeta y novelista nicaragüense nacido en Granada, Nicaragua. Se trasladó a Estados Unidos donde cursó estudios de Filosofía y Letras. De vuelta a su país, procedente de San Francisco en 1927, armado de muchas antologías, libros e ideas de la nueva poesía estadounidense, fue el catalizador del movimiento vanguardista nicaragüense surgido en su ciudad natal en 1931, y un intelectual absolutamente urbano. Esa influencia puede verse en sus dos novelas más importantes: Narciso y La muerte del hombre símbolo, escritas ambas en el año 1938. Su mujer, María Kautz, también influyó de manera decisiva en su obra. Ella universalizaba el salvaje y bellísimo rincón nicaragüense del Río Desaguadero donde vivían, no lo dejaba perderse en la selva, y su pelo rojo rompía la prisión verde de esa naturaleza abundante, fértil y avasalladora, universalizándolo.
José Coronel Urtecho centró su discurso poético en torno a la no siempre aclarada naturaleza de la cultura, y a la profunda relación de ésta con la libertad, la belleza y la autenticidad. Su obra, desperdigada en revistas y periódicos, fue publicada en 1970 en una antología bajo el título de Pól-la d´anánta Ka-tánka paránta.
DOS CANCIONES DE AMOR PARA EL OTOÑO
I Cuando ya nada pido y casi nada espero y apenas puedo nada es cuando más te quiero. II Basta que estés, que seas que te pueda llamar, que te llame María para saber quién soy y conocer quién eres para saberme tuyo y conocerte mía mi mujer entre todas las mujeres. CREDO Gracias porque abro los ojos y veo la salida del sol, el cielo, el río en la mañana diáfana de estío que llena hasta los bordes mi deseo. Gracias, Señor, por esto que poseo que siendo sólo tuyo es todo mío aunque basta una gota del rocío para saber que es cierto lo que creo. Creo que la belleza tan sencilla que se revela en esta maravilla es reflejo no más de tu hermosura. Qué importa pues que esta belleza muera si he de ver la hermosura duradera que en tu infinito corazón madura. SONETO PARA INVITAR A MARÍA A VOLVER DE SAN FRANCISCO DEL RÍO Si mi vida no es mía, sino tuya, y tu vida no es tuya, sino mía, Separados morimos cada día Sin que esta larga muerte se concluya. Hora es que el uno al otro restituya Esa vida del otro que vivía, Y tenga cada cual la que tenía Otra vez en el otro como suya. Mira pues, vida mía, que te espero Y de esa espera vivo mientras muera La muerte que, sin ti, contigo muero. Ven, mi vida, a juntar vida con vida Para que vuelva a ser la vida que era
Que la vida a la vida a la vida convida.

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