En la fría noche del viernes 29 de junio de 1934, los montevideanos salieron a recibirlo, aunque el extraño huésped no pisó el país. Cuando faltaban quince minutos para la medianoche recorrió parte de la Ciudad Vieja y la Plaza Independencia, dio varios giros y desapareció rumbo a Buenos Aires. Pasaría de nuevo en la mañana del 30 de junio.
El Graf Zeppelin, impulsado por varios motores y carga de gas, que sumaban 2,650 caballos de fuerza y que servían para impulsar su peso de cien toneladas, había ingresado por el norte de Uruguay procedente de Brasil, sobre las cinco y media de la tarde. Alrededor de las 22:30 horas se comunicaría, en idioma inglés, con la Estación Telegráfica del Cerrito, para avisar que una hora después estaría sobrevolando Montevideo. Miles de habitantes de los barrios Sur, Centro y Ciudad Vieja se volcaron a las calles, en la gélida noche, para observar con ojos de asombro el paso de "un gigante plateado con forma de habano" al decir de una crónica de la época.
Algunos testigos han recordado que esa noche hacía mucho frío, había luna llena y el cielo estaba despejado. Muchos montevideanos se fueron apostando en diversos puntos, ocupando plazas, azoteas, balcones y diversas calles céntricas por donde se aseguraba pasaría el dirigible. Las emisoras de radio iban informando de la llegada de la nave y de esta manera intentaban orientar a la población sobre el curso que ésta haría en nuestra ciudad. Sobre la medianoche ingresó en la ciudad, por primera vez, un orgullo de la Alemania nazi, el LZ 127 Graf Zeppelin.
Saludos varios
"Con las luces encendidas, que se filtraban por sus ventanillas, el Graf Zeppelin apareció sobre el este de la ciudad, volando a una altura de doscientos metros, siendo aplaudido por miles de montevideanos, quienes soportando el rigor del naciente invierno, no se perdían detalles de aquella presencia que parecía pintada por una fantasía", afirmaba en una crónica un periodista local.
Otro testigo, pianista de cabaret, narraba: "La gente salía de los cafés, de los teatros, de los cines, para ver a aquel gigante de color plata. Dio como unos cabezazos a manera de saludo, siguió su rumbo, en silencioso deslizamiento hacia el Cerro y luego viró hacia Buenos Aires".
En su novela La borra del café, Mario Benedetti hace narrar a uno de sus personajes, un adolescente, el paso de la nave: "Sólo en una ocasión la playa Capurro, por lo general tan despreciada, se llenó de gentes y bicicletas. Fue cuando vino el dirigible el Graf Zeppelin. Aquella suerte de butifarra plateada, inmóvil en el espacio, a todo el mundo adulto le resultó admirable, casi mágica; para nosotros en cambio era algo normal. Más aun: el estupor de los mayores nos parecía bobalicón".
Algunos años después los montevideanos vivirían otra visita de la Alemania nazi: el Graf Spee, pero para entonces ya había iniciado la Segunda Guerra Mundial.
En Buenos Aires
Al día siguiente de cruzar por cielo uruguayo, en las primeras horas del sábado 30 de junio de 1934 llegó a Argentina el colosal dirigible de 236 metros de longitud y 30.5 de diámetro, que había partido una semana antes de Costanza, en la frontera alemana-suiza, y efectuado su última escala en Río de Janeiro. El diario La Prensa hizo sonar su sirena cuando la nave evolucionó sobre la avenida de Mayo a escasos cientos de metros de altura. Siendo las 7:45 horas del día mencionado puso proa a Campo de Mayo, escoltado por seis aviones militares Avro y un Junker. En su cola lucía la cruz svástica, que aún no tenía las connotaciones que luego tuvo.
Al llegar a Campo de Mayo descendió ante una multitud estupefacta, hasta casi rozar el suelo, cuando los relojes marcaban las 8:47 de la mañana. Desde la cabina principal fueron soltados cables, y en una maniobra disciplinada de conjunto cientos de soldados conscriptos los sujetaron. También se bajaron otras amarras desde la góndola de proa, para lograr la nivelación horizontal. Por último, otros soldados asieron la barquilla asegurando una inmovilidad casi total del dirigible.
A las 9:50 horas se recogieron desde a bordo los cables y el Graf Zeppelin comenzó a ascender para el regreso.
El dirigible arribó a Río de Janeiro al día siguiente a las 17 horas; su velocidad de crucero era de unos 115 km. por hora.
http://www.larepublica.com.uy/lr3/larepublica/2004/06/29/comunidad/145957/hace-setenta-anos-por-el-cielo-de-montevideo-cruzo-el-graf-zeppelin/
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