Pancho Villa, el guerrillero /III y último

La intervención imperialista de los Estados Unidos
La Revolución Mexicana puso a los Estados Unidos en una situación muy difícil. Las exigencias revolucionarias del campesinado hacían peligrar los compromisos con grandes intereses privados y fuertes inversiones de capital. En 1912 el capital estadunidense poseía el 78 por ciento de las minas, el 72 por ciento de las empresas metalúrgicas, el 56 por ciento de la extracción de petróleo y el 68 por ciento del caucho. Los imperialistas estadunidenses trataban de defender esos intereses privados en México. A lo largo de todo el siglo XIX, aprovechando la debilidad del Estado recién nacido de la lucha contra los colonialistas españoles y respaldados por Porfirio Díaz, se habían apoderado de casi dos millones y medio de kilómetros cuadrados de tierras mexicanas, desde California hasta Florida, incrementando en un tercio su extensión y exterminando a pueblos indígenas enteros. La Revolución Mexicana fue también un movimiento antimperialista que salvó a su país de caer bajo la dominación extranjera de su vecino del norte. En enero de 1915 el gobierno de Venustiano Carranza adoptó una serie de medidas económicas encaminadas a la defensa de los recursos del país: nacionalizó el subsuelo, los bosques, la tierra y las aguas. Defendiendo el derecho de autodeterminación y la no ingerencia en los asuntos internos de los Estados soberanos, el 26 de septiembre de ese mismo año Venustiano Carranza se pronunció en contra de la Doctrina Monroe (doctrina en que los Estados Unidos se oponen al colonialismo y se autorizan a intervenir en cualquier situación que violase el precepto de "América para los americanos") que los estadunidenses trataban de imponer por toda Latinoamérica. También exigieron una autorización especial para extraer petróleo, y eso ya era demasiado para los magnates capitalistas: Estados Unidos concentró 100,000 elementos en la frontera y desató varias provocaciones. Los manejos de los Estados Unidos podían impulsar al gobierno mexicano a mirar hacia las potencias imperialistas europeas, como ya había ensayado Victoriano Huerta. Interviniendo en la Revolución, los Estados Unidos pretendieron tomar posiciones favorables a sus monopolistas frente a las demás potencias imperialistas al sur del Río Bravo. Por eso el 9 de abril de 1914 los marines desembarcaron en Tampico y fueron detenidos, lo que Washington consideró como un intolerable agravio a su honor. El presidente Wilson pidió ante el Congreso autorización para invadir México a fin de “conservar incólume nuestra gran influencia para el servicio de la libertad”. El 21 de abril de 1914 un contingente de 15,000 elementos desembarcó en Veracruz, otros tantos aguardaban preparados en las costas y 87 buques de guerra imponían un bloqueo a México. El pueblo de Veracruz se levantó en armas contra los ocupantes, que en noviembre se vieron obligados a retirarse a su país. Las relaciones con los vecinos del norte eran confusas. Los Estados Unidos decían haber desembarcado sus tropas para apoyar a Carranza pero Carranza criticó la invasión. Los vecinos del norte desconfiaban también de su programa de nacionalizaciones, reforma agraria y separación de la Iglesia católica del Estado. Por un lado, Pancho Villa ofreció a los norteamericanos la apertura de negociaciones y, por otro, Venustiano Carranza reprendió a Villa por haberle manifestado a George C. Carothers, el agente especial del Departamento de Estado norteamericano en México, sus deseos de mantener una relación de paz entre su país y Estados Unidos. Durante los primeros diez meses de 1915 los Estados Unidos dudaron y trataron de mediar entre Carranza y Villa, hasta que finalmente reconocieron diplomáticamente a Carranza y autorizaron a las tropas de éste a penetrar en Estados Unidos para atacar por la espalda a las de Pancho Villa. El 19 de octubre, los Estados Unidos ayudaron a las fuerzas constitucionalistas en Sonora permitiendo a unos 4,000 hombres de Carranza cruzar la frontera, en un momento crítico durante el sitio que los villistas le tenían puesto a Agua Prieta (1 de noviembre de 1915). La respuesta de Pancho Villa no se hizo esperar. A finales de 1915, Pancho Villa, en compañía de sus pocos hombres, había regresado a Chihuahua desde donde siguieron la guerra de guerrillas contra los ejércitos constitucionalistas durante cinco años. En enero de 1916, detuvo un tren en Santa Isabel, capturó a 16 gringos que viajaban en él y los fusiló. En marzo los atacó en su propio territorio, en Columbus, Nuevo México, y fusiló a diecinueve estadunidenses. En respuesta, el 15 de marzo 5,000 hombres y un escuadrón de aviones comandados por el general Pershing entraron a México. Entre los invasores estaba un experto en contrainsurgencia, Bill Donovan, posteriormente fundador, entre otros, de la CIA. El objetivo era la caza de Pancho Villa. Tres meses después las fuerzas se incrementaron hasta los 26,000 hombres y penetraron 700 kilómetros al interior de México, pero fracasaron en localizar a Villa y se encontraron con una encendida resistencia popular. En octubre de 1916 Pancho Villa lanzó un manifiesto llamando a todos los mexicanos a unirse contra los ocupantes. Los invasores tuvieron que replegarse y Villa se convirtió en el único extranjero que atacó territorio estadunidense en sus casi dos siglos de historia antes del 11 de septiembre de 2001. La muerte de Pancho Villa A partir de 1920 Doroteo Arango se dedicó a la agricultura en una hacienda ubicada en su estado natal, Durango. Tres años después, el 20 de julio de 1923, fue emboscado y acribillado al cruzar el puente Guanajuato, cuando viajaba a Parral, Chihuahua. Pancho Villa no fue asesinado por los federales ni por Carranza, sino por un mercenario del nuevo presidente de México, Adolfo de la Huerta. Su tumba fue profanada en 1926 y robado su cráneo, que no ha vuelto a aparecer. Pancho Villa, héroe de la Revolución para la posteridad Villa, también conocido como el Centauro del Norte, fue un rebelde ejemplar, parte integrante y alma de los mexicanos oprimidos. En contra de lo que se ha difundido, no bebía ni fumaba. Jamás violó a ninguna mujer, aunque mantenía relación con dos simultáneamente, una en El Paso y otra en Chihuahua. Su gran afición eran los toros y las capeas. John Reed, el periodista estadunidense que lo acompañó durante sus batallas por el norte de México, dejó un retrato excepcional de Villa en su extraordinario relato México insurgente: “La gran pasión de Villa eran las escuelas. Creía que la tierra para el pueblo y las escuelas resolverían todos los problemas de la civilización. Las escuelas fueron una obsesión para él. Con frecuencia se le oía decir: -Cuando pasé esta mañana por tal y tal calle, ví a un grupo de niños. Pongamos allí una escuela.” Chihuahua tenía una población menor a los 40,000 habitantes. Pancho Villa estableció más de cincuenta escuelas allí. El gran sueño de su vida era enviar a su hijo a una escuela de los Estados Unidos. Tuvo que abandonar la idea por no tener dinero suficiente para pagar el medio año de enseñanza. Fuentes: http://www.antorcha.org/galeria/villa.htm http://es.wikipedia.org/wiki/Pancho_Villa

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